ENTREVISTA AL ESCULTOR JUAN LUIS ESTÉVEZ
(PUBLICADA EN LAS NOTICIAS DE CUENCA EL 6 DE MARZO DE 2015)
Con el carbón ardiendo en la fragua y las
tenazas extrayendo un trozo de hierro entre las ascuas, el escultor Juan Luis
Estévez (Madrid, 1960) nos mostraba cuándo este último adquiría el grado de
temperatura adecuado para ser doblado.
“Si lo sigues calentando puedes llegar a quemarlo, por lo que has de
sacarlo a tiempo a no ser que quieras darle un aspecto envejecido” -decía-,
porque Rojo cereza -título de la
muestra que hasta el próximo quince de marzo exhibe parte de su obra en la
Fundación Antonio Pérez- es el color que indica el momento en el que el hierro puede
ser forjado.
“He llamado así
a esta muestra porque desde que me instalé en la fragua mi padre, cada vez que
venía a visitarme, me hablaba del oficio de su abuelo, mi bisabuelo, que era el
herrero del pueblo; de cuando forjaba las ruedas de los carros, del rojo cereza…, algo que solo conocen los
herreros, que o eres herrero o no conoces”, contaba mientras trabajaba en su
taller y revelaba su modo de entender la forja, la escultura y la vida contemplada
desde la óptica de un niño que igual pudiera dibujar estrellas en el firmamento
que forjar criaturas oriundas de lo más recóndito de la tierra.
¿Qué es para usted la escultura y cuando tuvo lugar su primer contacto
con ella?
Es una manera de
conocerme a mí mismo, una manera de vivir que llevo dentro desde que era
pequeño y empecé a dibujar. Llegó un momento en el que, después de dibujar y de
iniciarme pintando, llegué a la Escuela de Artes y Oficios y conocí a Joaquín
Temprano, quien le hacía los moldes a Julio López Hernández, congeniamos rápido
y decidimos montar un estudio donde principalmente trabajábamos el vaciado, el
modelado del barro. Me di cuenta de lo que me gustaba de verdad era la
escultura y a partir de ahí a lo único que me he dedicado es a aprender
técnicas para poder hacer lo que me apetezca en cada momento.
Pero su escultura también integra la
pintura ¿no?
Tengo muchas
esculturas pintadas, siempre me ha gustado el color, la primera sensación que
te entra creo que es el color, la forma creo que después, y yo acabé uniéndolos.
Ahora estoy en una fase en la que no estoy pintando las esculturas, pero quizá
vuelva, no lo sé, depende de las piezas, a veces ya las planeas para que tengan
color y otras ya de entrada sabes que serán oxidadas o patinadas pero no con
color. Da igual ser pintor o escultor o dibujante, da igual, al final casi todo
el mundo hace un poco de todo, puedes centrarte en algo pero la escultura, por
ejemplo nace principalmente del dibujo. Yo dibujo, siempre dibujo.
¿Qué tiene el hierro para que lo haya
elegido para trabajar?
Es un material
que permite lograr formas que otros materiales no permiten, da la solidez, la
rigidez, calentándolo en la fragua es muy plástico pues haces con él lo que
quieras y, por último, es un material definitivo que no tiene que pasar por
otro lado, coges una plancha o barra de hierro, la sueldas y ya tienes lo que
quieres, no hay que pasar por el proceso lento del modelado en el barro, y en
todo el proceso de la escultura en metal el hierro es mucho más inmediato, más
rápido y de lo que se trata es de sacar todo de una vez, de trabajar y de vivir
sacando.
Su obra tiende a la abstracción, ¿se considera
un escultor abstracto?
Sí, pero no
puro, hay un tipo de obra que son personajes y otra es un bestiario, animales extraños. No renuncio a la
figuración, pero me siento más a gusto en la abstracción, en la abstracción encuentro
más libertad, además la abstracción está más
cerca de la espiritualidad y al final el arte creo que es una forma espiritual
de vivir. Un cuadro abstracto te deja en
silencio y te dice: “ingéniatelas tú con lo que estás viendo, extrae tus
propias conclusiones, sin referencias, sin comparaciones”.
¿Qué relación hay entre la forja y los
elementos de la naturaleza?
En ello está la
alquimia de la forja, en que están presentes los cuatro elementos: el agua, la
tierra, el fuego y el aire, que es el medio por el que se consume el carbón, lo
cual tiene un punto de alquimia que me atrae. Jugar con los elementos, meter el
metal para trabajarlo completa el círculo y en ello está la magia que tiene la
forja y que no tienen otras técnicas y formas de expresión, porque si tú
trabajas el barro, por ejemplo, estás trabajando con el agua y con la tierra,
pero la forja une a todos los materiales. El calor del carbón se lo pasas al
metal y al ponerlo incandescente se producen reacciones físicas alquímicas, no
lo conviertes en plomo pero lo conviertes en otra cosa.
¿De dónde procede ese componente mágico que
se le atribuye al hierro?
Procede del espacio,
de los meteoritos, que van cargados de metal. Muchas culturas utilizan
meteoritos. Yo no he tenido todavía la fortuna de ver caer uno y cogerlo pero
me gustaría. Caen más meteoritos de los que creemos, que son piedras de hierro,
y eso se procesa y se acaban haciendo herramientas y puñales mágicos. No sé
cómo aparecería la tecnología del hierro en la historia pero está ahí y seguirá
estando siempre en un planeta que es de corazón metálico, en la tierra, solo
hay que extraerlo y trabajarlo y de ahí que surjan esas conexiones entre el
cosmos, los planetas, el individuo que lo crea, que lo forja, el fin que tienen
todas esas herramientas y productos necesarios para la vida y para la muerte.
Julio González inauguró el concepto de
“Dibujar en el espacio” y se dice que el martillo es al yunque lo que el lápiz
al papel. ¿Qué importancia tiene el dibujo para usted?
El dibujo es a
lo único a lo que no renunciaré nunca, es la base, lo más directo a lo que se
cruza en la mente a través de la mano, es como escribir las palabras que te van
saliendo e irlas plasmando, hay poca pérdida de energía en el dibujo porque es
directo. Los dibujos que salen son lo que luego yo aprovecho para meditar sobre
qué voy a hacer, sobre si estoy buscando algo, sobre si he soñado con algo, sobre
si quiero hacer algo nuevo o por el contrario algo viejo. Y en relación a cada
pieza, miras por dónde va a ir la línea y por dónde la quieres llevar con el
martillo cuando está apoyada en el yunque, se dibuja con el martillo y se
dibuja en el tornillo.
¿Y qué es lo que usted dibuja en el espacio
sobre el yunque?
No lo sé, si lo
supiese te lo diría. Son etapas que uno va pasando y en las que uno va
madurando, la imaginación, y en mi caso también la fantasía, tienen mucho que
ver, el que es un soñador en su imaginación ve cosas, da igual cuales, porque
las que se vean no serán las que se realicen finalmente, el cerebro tiene mucha
más potencia visual que cualquier otra cosa, hay formas que crees que se te han
olvidado o que dejan de existir y vuelven a salir a través del dibujo y a
través de las piezas que realizas, que están en algún lado, es algo misterioso.
Sus criaturas parecen estar entre lo real y
lo irreal, ¿forman parte del mundo visible?
Están en
universos paralelos porque no conocemos exactamente todas las cosas, somos muy
ignorantes, desconocemos más que conocemos. Probablemente haya más dimensiones
de las que vemos, que las cuatro que conocemos, tiene que haber más
dimensiones, son mundos sutiles, nuestros sentidos llegan hasta donde llegan,
estamos metidos en el espacio tiempo pero creo que hay más dimensiones, más
cosas, no sé cómo decirlo porque realmente no hay constancia, por lo que,
aunque tienen un soporte material, son prácticamente inmateriales.
Ante alguna de ellas parecemos estar ante
una criatura un tanto infernal a la que hubiera que rendir homenaje, ¿son de
fiar?
El infierno es
sagrado, si existe el infierno es tan sagrado como el cielo, es la misma cosa,
a cada uno le llevan sus demonios y sus ángeles por donde quieran porque los
tenemos, unos lo reconocerán y otros no querrán reconocerlo, se declararán
ateos, pero la realidad es que dentro de nosotros está todo, el bien y el mal,
tenemos todo dentro y hay que sacarlo, hay que verlo, hay que vivirlo y hay que
extraer las conclusiones, pero mis criaturas sí son de fiar, no hay que
tenerles miedo, son siempre amigables, como mínimo divertidas porque son
producto del placer y no de la pesadilla. Yo no soy un artista de pesadilla ni
de pesadillas, soy un artista de diversión, que intenta buscar la belleza, y a
pesar de que quizá puedan a veces parecer criaturas muy locas, estas son
amigables.
¿Podrían formar parte de El Jardín de las Delicias de El Bosco?
Sí, perfectamente, yo tengo una
imaginería en ese aspecto bastante clara. La obra de El Bosco la conozco desde
que atravesaba El Retiro para ir a la Escuela de Artes y Oficios en la Calle de
la Palma. Muchos días no iba a la escuela porque me quedaba en el Prado, y el
Jardín de las Delicias era el cuadro que primero iba a saludar y a ver;
evidentemente al que esas imágenes no le digan nada no es de este mundo.
Últimamente estoy pensando en hacer algo de ese tipo que no tendría nada que
ver con esto pero sí con todo ese tema, basada en Las Tentaciones de San
Antonio, por lo que igual me tengo que imbuir un poco de toda esa historia. El
Bosco lo tiene todo, tiene el cielo, tiene el infierno, lo tiene todo.
¿Tiene su obra un tinte surrealista?
Sí, totalmente,
una de las cosas de las que tampoco me puedo desprender es del Surrealismo, del
sueño, de esa parte onírica que conlleva, pero tampoco desde el punto de vista
del Surrealismo sino del sueño en sí mismo, una parte que es importante porque
todos soñamos, y que en cierto modo es real. Yo me dejo arrastrar, me dejo
llevar. Se ha puesto en relación mi obra con la de Miró pero Miró simplifica
mucho todo ese mundo onírico y yo me explayo en él; me encantan las amebas, el
ala de una mosca o el ojo de una hormiga, ese mundo es fascinante, el mundo microscópico,
contrario al otro, al de las constelaciones, y nosotros estamos en medio.
En relación a este otro mundo parece estar
su admiración por Kandinsky, ¿existe una bipolaridad en sus trabajos?
Kandinsky es un
maestro de la espiritualidad, más que otra cosa creo en el gran valor de
Kandinsky en las Vanguardias. Esa pirámide espiritual a la que el aludía es muy
cierta y reproducible a otras esferas del ser humano, Kandinsky es de esos
artistas que me han marcado, pero no, no hay un componente bipolar en mi obra,
creo que es más lineal. Lo que ocurre es que hay una escala, una gradación
infinita en la que vas de lo más grande a lo más pequeño, que no es
contrapuesto, pues hay una línea que va del cosmos al último átomo, y por
tanto, no hay bipolaridad ni contraposición, sino linealidad, pues todo es producto
de lo mismo, de la línea del espacio-tiempo. Y a mí me interesa todo, las
galaxias y los microbios, quizá mi fallo es que lo que menos me interesa es el
punto medio, que somos nosotros, que somos quienes vemos, el hombre, que es el
que lo ve todo.
¿El hombre, el escultor es un mediador?
Yo cuando estoy
haciendo escultura me considero en el aspecto astrológico un médium, muchas veces recibes la energía
para hacer esa determinada obra sin saber por qué, pero tampoco me lo planteo,
bienvenido sea, soy el médium, el
medio. La mayoría de los artistas te dirán que no saben de dónde les viene su
creatividad e inspiración, que es un misterio, pero sí se puede saber de dónde vienen
estas porque te llevas formando desde niño y tienes en tu cabeza muchas impresiones,
muchas imágenes guardadas que van saliendo de una manera u otra; luego eliges
por qué caminos quieres llevarlas pero esos caminos son infinitos. Canalizas
toda la inspiración pero no sabes bien cómo, buscas encontrar en el sentido de
que a lo mejor se te cae una pieza, se te queda doblada y se produce un
encuentro.
¿Qué le aportó su estancia en Florencia, el
conocimiento directo de los clásicos?
Pasar a la
escuela todos los días delante del Miguel Ángel a aprender grabado algo te
deja. Yo ya era amante de la Historia del Arte, pero tampoco te aporta nada
especial porque cuando yo llegué allí, que sería en el año ochenta y tres, aquí
ya estábamos en la Movida e ir a Florencia en aquella época era algo rancio. Sí,
conocí el maravilloso Renacimiento del Palacio Pitti, pero en cuanto al arte
actual no había nada, por lo tanto es algo que te maravillaba y yo admiraba la
Historia del arte pero en el mundo actual en el que me tocaba estar allí lo que
allí había eran reliquias del pasado, parte del saco de la historia; en ese
aspecto en Italia la modernidad estaba más atrasada.
A finales del siglo XIX la escultura, un
arte clásico por antonomasia, estaba en un callejón sin salida, y fueron
Picasso y Julio González quienes con la introducción del hierro la liberaron, ¿qué
cree que aportaron ellos en los años treinta y otros como Chirino o Serrano en
los cincuenta a la escultura en hierro?
Creo que
consiguieron elevar el arte de la escultura en metal a la máxima expresión
posible, a cotas difícilmente superables
porque todo lo que camines en esa dirección va a estar ya dicho. Ellos alcanzaron
cumbres, lo cual no significa que no se puedan volver a escribir páginas en el
mundo de la forja, de la escultura en metal, pues sí que se pueden seguir
escribiendo, pero solo de forma muy acotada, el camino está muy realizado y
todo lo que hagas en esa dirección te recordara a unos o a otros, hacer algo
nuevo no es imposible pero sí complicado porque han alcanzado topes tanto en
tamaño como en diseño y en concepto.
¿Cree que esta es una aportación genuina de
la tradición española?
Sí, se ha dado
una generación que ha ido por ese camino, entrándose en un estadio dentro de esa manera de trabajar, y cuando se juntan
unos cuantos artistas de peso y calibre trabajando en esa dirección se cierra
un círculo. No sé por qué en otros sitios no ha surgido, a lo mejor ha surgido
y no lo conocemos, pero Chirino y los escultores de esa generación son
monstruos sagrados, estamos tan orgullosos de Velázquez como de Oteiza,
conformándose en ellos la esencia de nuestra tradición. Es posible que en otros
sitios también exista esta tradición, lo que ocurre es que estas figuras han
elevado el mundo de la forja a su máxima expresión.
Desde la creación del Museo de Arte
Abstracto, Cuenca ha atraído enormemente a los artistas ¿en qué cree que radica
esta atracción?
Yo recorrí
Cuenca siendo joven y realmente lo primero que me gustó de esta ciudad fue el
paisaje, disfruté mucho de su paisaje, pero claro yo en aquella época era un
crío, no era artista ni escultor. Creo que Cuenca tiene esa magia especial que
no me preguntes por qué pero que flota en el ambiente. Quizá tiene que ver con
la tradición, con el hecho de que haber ido allí a vivir artistas importantes
atrae, es una fuerza centrífuga que atrae a los demás. Es como ir de peregrinación
a Santiago de Compostela, vas porque allí hay un ambiente, un clima que creo
que es lo que atrae a los artistas, lo que favorece su concurrencia en este
lugar.
¿Por qué ha decidido exponer su obra en la
Fundación Antonio Pérez?
Porque es
fundamental para mí que esta encaje espacialmente con el entorno, que haya un
dialogo de la obra con el espacio circundante, y el entorno de la Fundación es
perfecto para mi obra por las paredes de piedra, el convento en sí…, todo el
ambiente que hay en la Fundación arropa mucho la obra que es cálida como lo es
para mí la de forja y hierro. La obra es independiente de todo pero al final
acaba conviviendo con el entorno y tiene que haber un poco de armonía.
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